"SEÑOR, SOY DE OTRO PAÍS […] Nos aburrimos en la ciudad, tenemos que pringarnos para descubrir misterios todavía en los carteles de la calle, último estado del humor y de la poesía. […] Y tú, olvidado, tus recuerdos asolados por todas las consternaciones del mapamundi, encallado en las Cuevas Rojas de Pali-Kao, sin música y sin geografía, sin ir ya a la hacienda donde las raíces piensan en el niño y el vino se acaba en fábulas de almanaque. Ahora se acabó. Nunca verás la hacienda. No existe. Hay que construir la hacienda. […] Hay que buscar en los lugares mágicos de los cuentos del folklore y en los escritos surrealistas: castillos, muros interminables, pequeños bares olvidados, cuevas de mamut, hielo de los casinos. Estas imágenes caducas conservan un pequeño poder de catálisis, pero es casi imposible utilizarlas en un urbanismo simbólico sin rejuvenecerlas dándoles un nuevo sentido. […] Nos proponemos inventar nuevos escenarios móviles. […] Quizás también un Barrio de la Muerte, no para morir sino para tener donde vivir en paz, y pienso aquí en Méjico y en un principio de crueldad en la inocencia que cada día me seduce más. El Barrio Siniestro, por ejemplo, reemplazaría ventajosamente esas bocas del infierno que muchos pueblos poseían antiguamente en su capital y que simbolizaban las potencias maléficas de la vida. El Barrio Siniestro no tiene por qué encerrar peligros reales, como trampas, mazmorras o minas. Sería de difícil acceso, horrorosamente decorado (silbatos estridentes, timbres de alarma, sirenas intermitentes con una cadencia irregular, esculturas monstruosas, móviles mecánicos motorizados llamados Auto-Móviles) y tan pobremente iluminado por la noche como escandalosamente durante el día mediante un uso abusivo del fenómeno de reverberación. En el centro, la "Plaza del Móvil Espantoso". La saturación del mercado con un producto provoca la caída de su valor: el niño y el adulto aprenderán mediante la exploración del Barrio Siniestro a no temer ya las manifestaciones angustiosas de la vida, sino a divertirse con ellas. La actividad principal de los habitantes será la DERIVA CONTINUA. El cambio de paisajes entre una hora y la siguiente será responsable de la desorientación completa. […]"
Ivan Chtcheglov, Formulario para un Nuevo Urbanismo (1953)
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"SIRE, I AM FROM THE OTHER COUNTRY […] We are bored in the city, we really have to strain to still discover mysteries on the sidewalk billboards, the latest state of humor and poetry. […] And you, forgotten, your memories ravaged by all the consternations of two hemispheres, stranded in the Red Cellars of Pali-Kao, without music and without geography, no longer setting out for the hacienda where the roots think of the child and where the wine is finished off with fables from an old almanac. That’s all over. You’ll never see the hacienda. It doesn’t exist. The hacienda must be built. […] It must be sought in the magical locales of fairy tales and surrealist writings: castles, endless walls, little forgotten bars, mammoth caverns, casino mirrors. These dated images retain a small catalyzing power, but it is almost impossible to use them in a symbolic urbanism without rejuvenating them by giving them a new meaning. […] We propose to invent new, changeable decors. […] Perhaps also a Death Quarter, not for dying in but so as to have somewhere to live in peace — I’m thinking here of Mexico and of a principle of cruelty in innocence that appeals more to me every day. The Sinister Quarter, for example, would be a good replacement for those ill-reputed neighborhoods full of sordid dives and unsavory characters that many peoples once possessed in their capitals: they symbolized all the evil forces of life. The Sinister Quarter would have no need to harbor real dangers, such as traps, dungeons or mines. It would be difficult to get into, with a hideous decor (piercing whistles, alarm bells, sirens wailing intermittently, grotesque sculptures, power-driven mobiles, called Auto-Mobiles), and as poorly lit at night as it was blindingly lit during the day by an intensive use of reflection. At the center, the “Square of the Appalling Mobile.” Saturation of the market with a product causes the product’s market value to fall: thus, as they explored the Sinister Quarter, children would learn not to fear the anguishing occasions of life, but to be amused by them. The main activity of the inhabitants will be CONTINUOUS DÉRIVE. The changing of landscapes from one hour to the next will result in total disorientation. […]" Ivan Chtcheglov, Formulary for a New Urbanism, (1953)
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